lunes, 13 de agosto de 2012


La inmortalidad de la mente y su armadura.


            La humanidad es un desperdicio de huesos y carne que utilizan un espacio innecesario en este planeta para crear aun más desperdicios.

Si pensamos en “mundo” y sus primeros pobladores, basándonos en los hallazgos arqueológicos, hubo un tiempo en donde el hombre no existía, en donde todo era liderado por la “madre naturaleza”, por este instinto de supervivencia nato en los animales, las cadenas alimenticias y el estado natural de las cosas. Desde sus inicios, a la llegada de los humanos o más bien, con la evolución de nuestros antepasados, vimos caer poco a poco este frágil manto de vida, siendo nosotros los principales disparadores de la perdida de muchas especies animales y vegetales que no volverán a existir nunca más. Si lo ven fríamente, esta es la realidad, somos una plaga dispuesta a acabar con todo, conste de asegurar nuestra comodidad y no dudamos si es necesario acabar a nuestra propia especie, arrasamos con lo que veamos que le podamos sacar provecho sin importar cuanto perjudiquemos a otros y solo “ayudamos” cuando vemos que esto nos beneficia. Ese es nuestro instinto.

Claramente el fin del mundo podría o no ser nuestra culpa, pero aun así, somos fascinantes, ¿Qué nos mueve? ¿Qué nos creo? ¿Por qué nos juntamos? ¿Por qué debemos educarnos? ¿Qué nos impulsa a ganar? ¿Por qué decidimos inventar cosas? ¿Quién o que nos nombro dioses, o nos dio el poder de gobernar? ¿Somos los seres más superiores? ¿Por qué nuestros cuerpos? ¿Cuál es nuestro propósito en la Tierra? ¿Existe o creamos un Dios? Y así, muchas preguntas pueden surgir hasta de las cosas más banales ¿Por qué vamos a un “baño”?. No lo se, no lo se y tampoco lo se, solo se que nuestra mente, nuestro cerebro, la conciencia, el alma, anima, como prefieran llamarle es algo indestructible,  algo que jamás comprenderemos y es la única que podrá respondernos todo.

Mi arte no es sobre mi, no es sobre la historia, la naturaleza o los estados de animo, es sobre la obsesión presentada asía algo que detesto y pertenezco, la desarticulación y escudriñamiento de cada centímetro existente de lo que somos para intentar, inútilmente, encontrar una respuesta al todo.

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“Se calcula que las hormigas de la tierra pesan lo mismo que la humanidad. Si desaparecieran, se produciría un fenómeno ligado a la extinción mucho más dramático que el meteorito que acabo con los dinosaurios. En cambio, si se extinguiera la especie humana, en términos ecológicos no pasaría nada. Las personas no aportamos nada a los ecosistemas, solo gastamos. Somos los más grandes consumidores y, sin embargo, nadie nos consume…” (Mägo de Oz, Gaia III, “El latido de Gaia (Intro)”; 2010)

            Puede que parezca un chiste iniciar esto con la letra de una canción, pero da que pensar, ¿Será verdad lo que dice? A quienes les he presentado este texto responden como si fuera un ataque asía su persona, cuando yo la escuche por primera ves, me causo un encuentro de sensaciones y emociones indescriptible, vergüenza, duda, ira, dolor, pena, compasión, etc… Sobretodo porque comprendí que somos los mejores para insultarnos entre nosotros, para humillarnos como seres vivos que somos, para decir todo lo que yo vuelvo a repetir, seguramente. Pero ¿Realmente nos lo creemos?

            Podría decir que todo inicio cuando empecé a cuestionarme la existencia de un Dios, según yo, Dios no existe, es solo una sensación que hemos creado nosotros mismos para tener algo que seguir, una guía, un “jefe” que nos diga que hacer, la iglesia y las demás religiones fueron creadas por personas que comprendieron esto y vieron algo de que sacar provecho, aun así creo que no puedo cuestionarme la existencia del Dios que me presentaron como el único desde mi nacimiento, aunque niego por completo los dogmas dictados por la iglesia, de alguna manera cuando pienso en eso me invade un miedo, después de todo soy humana y con eso lo único que logro es afirmar más mi pensamiento. Mi siguiente pregunta fue ¿Qué somos? ¿Por qué nosotros? Si evolucionamos de los simios, somos animales, entonces ¿Somos superiores? Y si “Ese” nos creo ¿Por qué? ¿Realmente fuimos a su semejanza? Creo que aun no llego a una respuesta que me acomode en ello pero derivando de cuestionamiento a cuestionamiento llegue al ¿Por qué me interesa tanto? Que es lo que nos hace tan únicos, inicie con mi propio análisis sobre la humanidad, su comportamiento, su corporalidad y todo lo que refiera a nosotros, una tarea grande y ardua que por supuesto decidí ligar a lo que mejor se me da, el arte.

            Como puse al inicio, el humano no es nada más que destrucción, es a la única conclusión a la que he llegado desde los 15 años por cada camino que he elegido estudiar. Y para evitar toda sensación de molestia, depresión o lo que pueda conllevar ese pensamiento me centre en algo absolutamente superficial y básico para encontrarnos algo “bonito”; el cuerpo, un tema sumamente trillado y conocido, pero todo depende de cómo se vea.

           
¿Una armadura o un ataúd?

Alguna vez leí una alegoría que trataba sobre el cuerpo y los sueños simbolizándolos con un pajarito en una jaula de cristal. Una jaula de cristal, un material hermoso, brillante, delicado, singular, ordenado, transparente y que requiere de mucho trabajo, un material extraordinario. De alguna manera si puedo relacionarlo con el cuerpo humano, pero no, no creo que el cuerpo sea una jaula de cristal, creo que es más bien, una armadura, una gran y esplendorosa armadura de cristal como esas que les pintan a los caballeros vencedores en los cuentos de hadas, con un lindo juego de plumas en la zona superior y por supuesto acompañados de su lanza y escudo, resistente entre los materiales de su especie, pero a la ves sumamente frágil, en la que si no se trabaja, limpia y pule con regularidad se estropea con facilidad.

Sin embargo, una armadura que por la imposibilidad de quitárnosla y su propio peso forjara, con el correr de los años, nuestra propio ataúd. Estamos completamente amarrados a ella. Amarrados al paso de sus años y estropeo inminente. Como seres superficiales que somos, esto nos causa, en alguno más que otros, un estado de pavor y desesperanza, con esto hablo tanto de lo “espiritual” como de lo físico, somos victimas de nosotros mismo al crear esos cánones de belleza no alcanzables más que por un grupo mínimo de persona y que tan solo les durara un par de años como mucho, luchamos contra el envejecimiento y sus marcas en nuestra armadura, sin darnos cuenta de lo que hemos logrado, un borrador, un borrador del diario de nuestras vidas, ese diario que forma nuestro cuerpo, con sus cicatrices, arrugas y desperfectos que cuentan al pie de la letra y de manera perfecta nuestra historia de vida, la comunicación de nuestra vida y etnia, sin palabras. Llegando a un punto tal como los Coreanos en donde la gran mayoría de sus jóvenes repugnan su cuerpo y características corporales que le otorga su raza, demostrándose en que el regalo de cumpleaños más pedido es la “reconstrucción facial”. No nos queremos.

Por ellos el cuerpo ha sido mi mayor fuente de trabajo, su movimiento, su crecimiento, transformación y partes. Admirándome por sus particularidades; Bajo, alto, negro, moreno, blanco, amarillo, tostado, alargado, con partes faltantes o de más. Los tatuajes, perforaciones, mutaciones, deformidades, las pecas, las manos, los ojos, las orejas, y todo lo que a el corresponde. Pero en sobremanera, me atraen esas “partes” que solemos usar para comunicarnos, las manos y la boca.


Vía de comunicación

Son mil y un cosas que me impulsan a creer que una de las partes más magnificas del cuerpo humano es la boca, pero lo principal es su capacidad de comunicar, no solo con el habla, sino también con los movimientos de los labios y la lengua, los besos profundos, las sonrisas, las muecas, etc. Todo me cautiva. Según mi percepción, la principal arma benigna de la armadura humana, la más compleja, visible y explorada.

Todo termina y se representa con un beso, por todo lo que puede dar y lo que puede quitar. Su cautivadora forma es el anzuelo, sumado a esa inocente sonrisa ¿Quién podría sospechar de ella?, nadie se imaginaria que en su interior es puro veneno. Te puede decir las palabras que siempre has querido escuchar, aquellas que necesitabas para seguir adelante y sentirte importante o deseado, puede apuñalarte por la espalda si sabe más de lo que puede contener, te llevara a los lugares más recónditos de tus sentidos si le dejas explorar, expresara desde los más superficiales de tus pensamientos, hasta los que nunca has querido sacar si solo dejas abierta la puerta de tu mente. Un arma que se debe de tratar con mucho cuidado, ya que puede amar, dañar, iniciar y terminar. Un arma de doble filo.

Esta obra, que se compone de 20 cuadros, de 30x40cm cada uno, teñidos con bocas expresivas, no es nada más que el intento de huida de mi obsesión, una minúscula pieza, parte de los humanos, que he elegido para iniciar el camino del cuerpo y con ello la comprensión y quizás valoración de la vida a la que pertenezco como humana.

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